Yo empecé a tener problemas para orinar en público desde que era niño.
Antes de ir a la escuela, ya en el kinder, nunca iba al baño de los niños ya que me daba vergüenza pensar que alguien pudiera ver «mis partes». A esa edad yo no tenía un completo control sobre mis esfínteres, y por lo tanto sucedía muchas veces que me orinaba en mis pantalones. Recuerdo que pasé algunas tardes secándome al sol.
Yo era un niño tímido, por ser hijo único y no tener con quien jugar en la casa. Fue esa timidez la que me hizo desarrollarme como un adolescente inseguro, con una baja auto-estima.
Ya sea en la escuela o en el colegio, siempre traté de evitar los baños públicos. Aprendí a retener la orina por varias horas, y no tuve mayores problemas al principio, ya que estaba relativamente cerca de casa. Con el fin de aguantar más tiempo trataba de evitar los líquidos.
Tuve varias experiencias traumáticas en mi infancia, relacionadas con la paruresis y la timidez de que vieran mis intimidades. Cierta vez estando en la casa de mi abuela, un primo trató de entrar al baño mientras yo estaba orinando, por lo que al tratar de detener la puerta me mojé los pantalones.
En otra ocasión un niño que vivía en la casa intentó entrar en el cuarto cuando yo estaba desnudo después de bañarme, por lo que al tratar de impedirle la entrada lo herí en el pie. Una vez que estaba en una casa ajena, sentí gran urgencia por orinar, y me costó bastante tiempo iniciar el chorro.
Durante los seis años de escuela primaria nunca fui al baño a orinar, a excepción de una vez en el último año, cuando por sentir una especial urgencia para orinar le pedí permiso a la maestra para ir al baño, con la mala suerte de que a un compañero se le ocurrió también pedir permiso y acompañarme al baño, con lo que no pude orinar, y tuve que aguantarme un par de horas antes de llegar a casa.
Recuerdo que el compañero en cuestión tenía la curiosidad de saber por qué yo no acostumbraba a ir al baño en el tiempo de recreo. Él creía que me daba vergüenza reconocer que estaba entrando en la pubertad y de que tenía pelos «ahí abajo».
En los últimos años del colegio me tocó orinar más seguido, y lo hacía en los cubículos de los escusados, ya que el urinario consistía en una abertura en el piso, con lo que al orinar era fácil ver el pene de la persona.
Lo más difícil fue cuando me tocó ir a la universidad, porque ya no estaba en mi pequeño pueblo, sino en la capital, y me tocó atravesar distancias más grandes y permanecer más tiempo en un solo lugar. Fue en ese tiempo cuando me dí cuenta de la gravedad de mi problema. Cada fracaso en intentar orinar podía ser bastante molesto, y la tensión que esto me producía lastimaba mi auto-estima (y mi vejiga).
Recuerdo una vez, cuando hice un viaje de dos horas a la capital, e intenté orinar en el urinario de piso de la empresa de transporte, y no pude hacerlo, ya que había muchos hombres que también estaban orinando a la par que podían verme. Estuve varios minutos intentándolo, pero no lo logré. Tuve que esperar hasta llegar al cuarto del hotel para poder evacuar.
El drama que se daba en mi mente por ese tiempo no era tanto el temor a que me vieran orinando, sino a que otras personas se dieran cuenta de que yo no podía orinar, por pura vergüenza. Esto puede parecer estúpido para alguien que no haya tenido el mismo problema, pero eso era lo que sucedía. Era un miedo que se alimentaba a sí mismo en un círculo vicioso.
La paruresis afectó mi vida social. Además de mi timidez, quizás esta fue una de las razones por las que no pude conseguir novia en ese tiempo.
Recuerdo que en la universidad muchas veces me tocaba buscar en varios baños las condiciones adecuadas para sentirme seguro al orinar. Iba de baño en baño, intentando orinar. Muchas veces disimulando el hecho de no haber tenido éxito, bajando la palanca del urinario como si realmente hubiera orinado y lavándome las manos.
Todo empezó a cambiar cuando encontré en Internet que yo no era la única persona con este problema, y que mi condición tenía un nombre: paruresis.
Fue un alivio el saber que yo no era la única persona en el mundo con este problema. El solo darme cuenta de esto le dio un gran impulso a mi recuperación.
Empecé a aplicar los consejos de la página de la Asociación Internacional de Paruresis (en inglés), sobre el tratamiento de desensibilización, que consiste en ir avanzando gradualmente hacia niveles más avanzados de dificultad para orinar.
Comprendí que no podía vencer la paruresis sino me enfrentaba a ella, que debía intentar orinar muchas veces y en diferentes situaciones. Al hacerlo pude controlar mi temor hasta hacerlo manejable.
También, buscando sobre técnicas de seducción en Internet aprendí a ser más sociable y pude conseguir mi primera novia.
Al día de hoy puedo decir que aunque mi paruresis no ha sido del todo vencida, ya que ocasionalmente experimento alguna vacilación en un baño público, la paruresis no es ya para mí el monstruo que solía ser: la paruresis ya no controla mi vida.